martes, 19 de julio de 2011

PAGANINI: LA MAGIA DE UN VIOLINISTA INSIGNE

LA MAGIA DE UN VIOLINISTA INSIGNE

Niccoló Paganini Nace en Génova el 27 de octubre de 1782, fue el cuarto de los seis hijos de un modesto comerciante aficionado a tocar la mandolina. Muere en Niza el 27 de mayo de1840.Paganini, interpretaba con el violín melodías prácticamente imposibles para otros músicos de su tiempo. 

Gran parte de esta cualidad se debe a que él tenía lo que se conoce como aracnodactilia (manos con dedos muy largos), característica de una enfermedad llamada síndrome de Marfan, que finalmente es otro aspecto a destacar, ya que en lugar de sentirse afectado por dicha enfermedad, aprovecha sus características peculiares para desarrollar cualidades únicas, como interpretar melodías con una sola cuerda (quitando de antemano las otras tres del violín). Otra cualidad es la de hacer un sonido doble del violín como si se escucharan dos a la vez.

Sin lugar a dudas, es un ejemplo claro de superación y perfección, ya que desde muy temprana edad (9 años) era ya conocido por sus interpretaciones, ofreciendo sus primeros conciertos y colocándose como uno de los mejores a los 16 años. Con su dedo índice de 10 centímetros, muchas horas de dedicación y un oído perfecto, se convierte en un auténtico referente en la música clásica.

Algunos decían que Paganini era muy raro. Otros, que tenía oscuros poderes sobrenaturales… Las notas mágicas que salían de su violín tenían un sonido diferente. Por eso nadie quería perder la oportunidad de ver su espectáculo.

Una noche, el escenario de un auditorio repleto de admiradores estaba preparado para recibirlo. La orquesta entró y fue aplaudida. El director, a su vez, fue muy ovacionado. Pero cuando apareció triunfante la figura de Paganini, aquello fue el delirio. Paganini acomodó el violín contra su hombro, y lo que siguió fue indescriptible: blancas y negras, corcheas y semicorcheas, fusas y semifusas, parecían tener alas y volar con el toque de aquellos dedos encantados.

De repente, un extraño sonido interrumpió el ensueño de la platea: una de las cuerdas del violín de Paganini se había roto… El director se detuvo. La orquesta dejó de tocar. El público contuvo el aliento. Pero Paganini, mirando su partitura, siguió extrayendo sonidos deliciosos de un violín con problemas. El director y la orquesta, admirados, volvieron a tocar. El público se calmó.

De repente, otro sonido perturbador atrajo la atención de los asistentes. Otra cuerda del violín de Paganini había saltado por los aires.

El director se detuvo de nuevo. La orquesta volvió a dejar de tocar. Paganini, no. Como si nada hubiera ocurrido, olvidó las dificultades y siguió arrancando sonidos imposibles. El director y la orquesta, impresionados, volvieron a tocar.

Pero el público no podía imaginar lo que iba a ocurrir a continuación. Todas las personas, asombradas, gritaron un ¡Ohhhhhh! que retumbó por toda la sala: una tercera cuerda del violín de Paganini se había quebrado.

El director se detuvo. La orquesta también. El público quedó en suspenso. Pero Paganini, como si fuera un contorsionista musical, arrancó todos los sonidos posibles de la única cuerda que quedaba en el violín destruido. Ninguna nota fue omitida.

El director, embelesado, se animó. La orquesta se motivó. El público pasó del silencio a la euforia, de la inercia al delirio. Paganini alcanzó la gloria.

Su nombre perdura a través del tiempo. Él no solo fue un violinista genial. Es el símbolo del que continúa adelante frente a las dificultades, frente a los problemas y frente a lo que parece imposible.


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